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  • Foto del escritorSebastián Varela

Arriba de la van por Perth: la ciudad que burló la pandemia

Actualizado: 3 dic 2021

Cada noche, un sitio de alojamiento distinto en un lugar que casi no supo de Coronavirus. Explorando reservas naturales, playas, cerros, parques y escondidos rincones urbanos, la vanlife me enseñó la capital de Australia Occidental de la manera más sabrosa y sin siquiera usar mascarilla. Aquí las múltiples facetas de una ciudad experta en preservar el medio ambiente, con historias y recorridos que no parecen de este extraño 2020.


Everywhere and anywhere”, era mi respuesta cuando la gente en Perth me preguntaba dónde me estaba quedando, en qué lugar de la capital de Australia Occidental vivía. Así, en todos lados y en cualquier parte instalaba mi casa, cambiando cada día de patio en una urbe tan fresca, diversa, natural y moderna. Con mi fiel Demonia, mi van Mitsubishi Express, el ilegal, pero inofensivo arte del freecamping fue mi estilo de vida también en la ciudad, tras haber recorrido toda la salvaje y desolada costa oeste. La obligación era la de retornar a Perth, dado el cierre de las fronteras regionales que me impidieron continuar con mi ruta rumbo norte. Allí me pasé las noches aparcado a orillas de lagos repletos de aves, en pequeñas playas escondidas al suave correr del rio Swan, frente a las olas del Océano Índico, en miradores donde luego disfrutaba un desayuno junto al amanecer, o en el parque Floreat a la salida del club para jugar un partido de tenis sobre césped a la mañana siguiente.


Tanto la metrópolis como el estado entero le ganaron la batalla al COVID-19. Las buenas decisiones de las autoridades, medidas sanitarias y de distanciamiento altamente respetadas por la población, y los casi inexistentes problemas de hacinamiento en la vivienda, lograron que la propagación masiva se detuviera rápidamente ya en abril. La cuarentena obligatoria no fue necesaria y el cierre de restaurantes o la cancelación de eventos masivos fue lo que más impactó en su momento. Perth sacó así ventajas de su aislamiento geográfico y sus habitantes gozaron de una vida prácticamente normal durante el tiempo más crítico a nivel global. Nunca supe lo que era una mascarilla. Aprovechando al máximo un presente privilegiado, como de otro planeta, me convertí en un incansable explorador citadino y en casi tres meses de “encierro”, descubrí rincones que no muestran las guías de turismo, fotografié su belleza y recogí lo mejor de cada uno de sus barrios. A Perth me lo devoré.

_De aires europeos, Claisebrooke Cove, rincón mágico con vista al Optus Stadium.


¿Una ciudad aburrida? Esa afirmación la escuché bastante. Y si es como la experimenté en tiempos de crisis, ya siendo mágica, cómo será de especial en normalidad, sumándole además esa agenda de eventos deportivos y conciertos que comenzaba a crecer gracias a la construcción del imponente Estadio Optus en 2018, que a orillas del rio deleita cuando anochece con su traje de luces y se deja mirar desde distintos puntos de la ciudad. Siendo no tan ajetreado como Melbourne o Sídney, el corazón de Perth es muy atractivo por su moderna arquitectura –con el paseo peatonal de Elizabeth Quay como símbolo principal– mezclada con viejos edificios patrimoniales de estilo victoriano, estupendamente bien conservados. También con sus callejones empapados de arte callejero, y una ruta gastronómica deliciosa que hizo que alargara mi estadía una vez levantadas las restricciones sanitarias para tener el placer de sentarme en sus mesas: metí pizzas, cocktails y licor en un ambiente que te transporta a la época de la mafia italiana mezclado con referencias al rock y a la cultura pop en Alfred’s Pizzería; ostras frescas (más grandes y de un sabor más suave que las del Pacífico sudamericano) con vista al horizonte urbano sobre la esplanada de South Perth en Mister Walker; comida asiática de estilo callejero para chuparse los dedos en el hipster Lucky Chan’s, que se oculta tras la fachada de una lavandería; y saboreé el mercado culinario de la Plaza Yagan (nombre propio de un guerrero aborigen), que une el centro financiero con Northbridge, un barrio que no deja indiferente a nadie.


Vida nocturna loca, muy loca

The Northbridge is fucked”, escuché a la pasada un sábado en la noche en boca de un australiano. La frase describe al lugar simple y perfectamente, porque allí es donde explota todo: alta fiesta, locales llenos y largas filas de gente esperando por ingresar, desorden, suciedad, sexo, borracheras. Escenas de otra época.

Hay para todos los gustos por las calles de un barrio con pasada mala fama e inseguridad, pero que gracias a una mejor conectividad con el centro y el desarrollo de la cultura de la entretención nocturna, se reinventó. R&B, electrónica, salsa, música africana, bares tradicionales aussies, cervecería artesanal, karaokes al puro estilo japonés (en cuartos privados y no en escenarios donde los pésimos cantantes quedan al descubierto), sex shops, cines porno y cabarets.

Con tanta oferta y poco tiempo (la vida nocturna se reactivó cuando iba en la recta final de mi pasar), quise encontrar lo mejor de la coctelería del occidente australiano y creo haberlo encontrado en el escondido Sneaky Tony’s, un bar speakeasy dedicado al ron, con una interminable gama de etiquetas de todas partes del mundo. El genial recinto está inserto en uno de los callejones de Chinatown, que en medio del barrio de la fiesta es donde llegan a parar los hambrientos luego de una noche ajetreada a sus locales de luces neón, que están abiertos hasta tarde para levantar a cualquiera. Necesario luego de tanta locura.


Coleccionista de reservas naturales

Perth tiene una fantástica manera de combinar lo natural y lo urbano. En muchos puntos de la ciudad, la sensación es la de estar alejado de ella y olvidar que a metros cruzan las autopistas o brotan los edificios. O bien rodeado de pura naturaleza se pueden apreciar paisajes metropolitanos desde una óptica diferente.

Al límite oeste del centro financiero está el icónico Kings Park, de árboles milenarios, jardines botánicos y 400 hectáreas verdes que lo posicionan como uno de los parques citadinos más grande del planeta, el que visitan 6 millones de personas anualmente. El destino más popular de esta parte de Australia y un imperdible sin dudarlo, mas sus alternativas menos turísticas distribuidas por los distintos suburbios, resultan muy atractivas por lo tupida de su fauna y lo agradable de sus entornos. Tras recorrer a pie los senderos de Bold Park entre la flora nativa, en el tope de Reabold Hill, disfruté la vista del mejor atardecer que me ha regalado Australia, que saturado por el efecto que esa tarde generaba el humo de algún incendio forestal, teñía nubes con un rojizo furioso. En Lake Claremont, en tanto, los colores anaranjados del cielo los duplicaba el agua poblada de numerosas y variadas bandadas de cisnes negros, patos, cormoranes y cigüeñuelas, cuando su fuerte manifestar decoraba el momento. Aquel pequeño oasis ideal para el avistamiento de aves, mi patio trasero predilecto.

_Una puesta de sol memorable vista desde Reabold Hill.

_Cisnes negros en Lake Claremont.


De vuelta a los alrededores más próximos de centro, compartí con amistosos canguros en la pequeña isla de Heirisson en medio del navegable Swan, que serpentea coquetamente y le da a cada barrio que goza de su caudal un toque maravilloso. En la reserva Jeff Morgan, del suburbio de Applecross, la caminata por la costanera es inolvidable, en especial cuando pillas volando bajo a los pelícanos que comparten cielo con windsurfs y kitesurfs. ¿Queso, vino y galletas echado en el pasto como acostumbran los locales? Junto al bullicioso croar de las ranas y la panorámica vista cuando a la “hora azul” las construcciones empiezan a iluminarse al otro lado del rio, difícilmente mejor.


El Swan cuenta con algunas diminutas y ocultas playas junto a su rivera, donde la paz abunda y el avistamiento de delfines o focas en sus tranquilas aguas, sucede a veces. Descubrí uno de esas joyitas cuando salí a navegar en el bote de mis amigos Peter y Diana, unos foodies al extremo. Pescamos snappers (pargos) en el mar abierto y esa noche hicimos un tradicional fish ‘n’ chips casero que nos hizo alucinar. No fue la única vez que las corrientes que cruzan Perth me alimentaron, dándole así descanso al atún en lata. Hice de la reserva Chidley en el barrio de Mosman Park (la playita que apunté) uno de mis recurrentes lugares de estacionamiento. Ahí conocí a Nevil, buzo aficionado que todas las semanas marsicaba por las noches. “Tú preparas el fuego, haces el arroz y traes las cervezas heladas”, me dijo para quedar a comer. Trato hecho. Aquella vez, tras sumergirse a 12 metros de profundidad en las frías aguas, volvió a superficie con su red llena de camarones y un par de cangrejos para armar un festín invaluable.


Freo, puerto bohemio

Una visita a Perth no vale sin haber experimentado las vibras de uno de sus lugares más especiales: Fremantle, puerto donde desemboca el Swan, en realidad considerada una ciudad por sí sola. Cuna de artistas como el mítico Bon Scott (AC/DC), Kevin Parker (Tame Impala) y John Butler, cuenta una historia más bien turbulenta gracias a su famosa prisión (activa hasta 1991 y actual patrimonio mundial declarada por la UNESCO), principal destino de convictos británicos. No me apeteció visitarla, como sí recorrer las calles pintorescas rodeadas de construcciones de estilo arquitectónico barroco-eduardiano. La nueva esencia tan auténtica de Freo está muy impregnada en sus librerías, tiendas de vinilos, cafeterías, estudios de tatuajes, teatros, galerías y bazares de segunda mano. Un mundo aparte muy nostálgico, cool y hipster que seduce con gastronomía y vida nocturna a la altura.

Cada espacio tiene su sello particular y yo me quedo con tres: Bread in Common, restaurante muy chic y de atractivo diseño interior que en un antiguo galpón, destaca por el pan artesanal producido en casa, que combina a la perfección con su cocina australiana moderna; la cantina ambientada en un barco pirata del Darling Darling, donde hay que sentarse en la barra a beber un old fashioned con el bourbon sacado de un barril; y The Old Synagogue, un ex templo judío, hoy convertido en templo de la buena mesa, fina coctelería y sagrada fiesta.

Fremantle es de esos sitios con los que uno espera toparse cuando se cuenta con la tarde entera para acariciar aceras, como dice Jorge Drexler. Pura escena bohemia.

_Postales de las calles de Fremantle.


Un menú de playas atómico

No tendrán los corales del norte, o el oleaje del sur de Australia Occidental, pero igual la variada oferta de playas en Perth es sabrosa. Scarborough es la más apetecida, en un balneario-suburbio muy taquillero que habitan muchos estudiantes, se combinan los deportes acuáticos de tabla por sus olas y buen viento. Por las noches, las discoteques que se agrupan cruzando la acera hacen de este, otros de los polos atractivos cuando oscurece. Y todos los jueves -de esto sí nos privó la pandemia- un mercado de comida arma el perfecto ambiente, con foodtrucks de todas partes del mundo (a Chile lo representan los notables sándwiches de Con Pebre) y música en vivo en el anfiteatro mientras la puesta de sol pinta de violeta el fondo perfecto. Yo lo disfrutaba zampándome un completo italiano.

Cottesloe, por su parte, destaca por su romántico club de nado, cuyo edificio mezcla con nostalgia estilos australianos clásicos. El Indiana Cottesloe Teahouse, –lamentablemente hoy en riesgo de demolición por nuevos proyectos– es un icono culturar de las playas del oeste. Aquí un grupo no menor de la tercera edad demuestran que siguen frescos como lechuga al meterse a bracear y patalear a primera hora del día, y sin sentirse amenazados por el virus. City Beach, en tanto es el epicentro del deporte sobre la arena, donde una pareja brasileña arma cada domingo sesiones de tenis playa, salen picaditos de vóleibol y cricket, y los locales se reúnen a lanzarse el balón de footy (fútbol australiano).


Perth, dominador absoluto durante tiempos adversos, burbuja natural donde la crisis sólo hizo cosquillas. Ciudad arrinconada que burló uno de los periodos más tristes para la humanidad en muchos años. Escribo dándome cuenta que soy un afortunado. Pasé el descalabro en el sitio Perthfecto.

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