Es un mundo tan especial que genera una sensación extraña. Biodiverso por sí solo, famoso por su endemismo y peculiar por dónde se le mire. Un lugar que a través de Charles Darwin, hizo cambiar la ciencia y la historia, y hoy te muestra cómo quizás era el planeta antes de tanta intervención humana. Navega, bucea, y come de lo lindo en este paseo por el lugar más especial de la Tierra. A Galápagos no hay siquiera algo que se le asimile.
VIDA SALVAJE
Variada y abundante. Los animales son el principal atractivo de este conjunto de islas. Si al naturalista más importante de todos los tiempos le llamó tanto la atención, no le pasará a los viajeros comunes. La naturaleza extraordinaria de la que se es testigo recorriendo Galápagos hace de la visita una inolvidable. 137 especies, la mayoría de ellas endémicas repletan el territorio y te hacen sentir como un completo intruso en su hábitat.
A pie por la isla de Genovesa te rodean miles de aves, en una de las playas de la isla de Santa Fe vas esquivando a los leones marinos mientras te sorprenden sus rugidos, y sobre un roquerío de la playa Bachas observas a un pelícano interactuando con cangrejos e iguanas. A las tortugas gigantes tan típicas de este paraíso del Pacífico, es común visitarlas en los centros de crianza [la labor de recuperación de esta especie es ardua, considerando el daño hecho por el ser humano al haber introducido otras especies en el pasado].
Eso sí, preocúpate de cumplir las reglas y de no acercarte a la vida salvaje a menos de dos metros. Distancia más que suficiente para esa buena fotografía.
Una linda galería de disparos a quemarropa con mi Nikon D90 a mamíferos, reptiles, aves y cangrejos de Galápagos, en el portafolio
BAJO EL MAR
“¡La vida Bajo el mar es mucho mejor que la de allá arriba!”, le decía el cangrejo Sebastián a La Sirenita. Y con mucha razón. Bucear en Galápagos es una de las sensaciones más impresionantes que se puede vivir, sobre todo cuando te rodean mantarayas gigantes en Daphne, tiburones martillo en Gordon Rocks e iguanas y tortugas marinas por Fernandina. Para los más aventureros y experimentados, bien vale trasladarse al arco de Darwin y a la roca Wolf, a 200 kilómetros hacia el noroeste. Allí habitan los inmensos tiburones ballena, el pez más grande del océano que puede alcanzar el largo de…¡un bus! El snorkel con los juguetones lobos marinos o cerca de los pelícanos en su hora de almuerzo, también alucina.
NAVEGACIÓN
Con veintiún islas y un sinnúmero de islotes, ni el local más explorador conoce la totalidad del archipiélago. Para conectarse realmente con Galápagos y sus especies endémicas, hay que hacer como Darwin y navegar. Así, se cubre más distancia y se visitan los lugares alejados de los pueblos, donde la vida salvaje es más numerosa. Al amanecer arriba de un bote, miras por tu ventana y te encuentras con un mundo diferente al del día anterior, con otra geología y vegetación. Entre trayectos no es recomendable dormir la siesta: puedes encontrar fragatas volando a metros de la cubierta [y aprovechando ese vuelo gratis que les genera las corrientes de viento que crea el barco], no querrás perderte de avistar copiosos cardúmenes de atunes, o bien el capitán puede alertar la presencia de delfines en la proa acompañando la embarcación.
LANGOSTA BENDITA
Los galapagueños esperan con ansias la temporada de langosta -que va desde agosto a diciembre- para encantar a los visitantes con la Reina de los Mariscos. Los pescadores las venden cada tarde en su muelle y los restaurantes la cocinan de maravilla. Para deleitarse con ella, dos lugares le hacen el mejor favor a tu paladar: en Almar la preparan al carbón de madera del árbol de la guayaba y la disfrutas en compañía de las focas que habitan ahí; y en la increíble terraza de Bahía Mar pruebas la clásica preparación con mantequilla al ajo que no opaca el sabor de este manjar. Si tu visita se da mientras la langosta está en veda, no te preocupes. El langostino estará ahí para satisfacer un antojo muy típico de Galápagos.
VIDA NOCTURNA
La noche de Puerto Ayora está a la altura por su buena fiesta y el calor de la gente local, quienes son los que repletan los pocos, pero entretenidos bares y discotecas que hay en la costanera, mientras los turistas gringos roncan en sus hoteles. En la cervecería Santa Cruz Brewery puedes disfrutar de la mejor cerveza de barril del archipiélago escuchando música en vivo. Luego, el reggaetón y la cumbia marcan el ritmo en las discoteques Bongo y Panga, literalmente una arriba de la otra. Cuando todo deja de funcionar, pero todavía queda cuerda, el punto de reunión es El Embarcadero, una pequeña plaza frente al mar donde los amaneceres se ven espectaculares.
COCTELERÍA REFRESCANTE
En una reposera y mirando al mar. ¿Se puede pedir algo más? Claro que sí. Un cocktail muy frío, por favor. En el hotel Finch Bay -parte del selecto listado de los Unique Lodges of the World de la National Geographic- están los mejores de todo el archipiélago. Con una carta creativa, la barra encabezada por el peruano Jossimar Luján ofrece opciones con notas picantes, cítricas o herbales, mas siempre refrescantes para disfrutar bajo el sol. Y siempre suplidos por productos que salen frescos de su huerta. El Baby George es su cocktail estrella: Gin infusionado en té, jarabe de cúrcuma y espuma de maracuyá, servido en un vaso tipo huevo de tortuga gigante. Un homenaje al Solitario George, el último superviviente de la subespecie Chelonoidis Abingdonii; el cremoso Chakrita, ligeramente picante y con sabores orientales, y el Endémico, hecho ecuatorianamente con destilado de caña manabita y yerba luisa, completan el podio.
_Lo mejor de la vida salvaje galapagueña en dos minutelis.
Este artículo fue publicado originalmente en la Revista Jigger N12 especial MAR, para la sección de viajes #JiggerOnTour. Las ilustraciones son del capo Óscar Chávez, hallado en Instagram como @chavezonico .
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